Escuela de Frankfurt

Van Dijk afirmó que la génesis del Análisis Crítico del Discurso se encuentra en la Escuela de Frankfurt:


   "El Análisis Crítico del Discurso, surge entonces en el contexto de lo que se denomina     escuela de Frankfurt, como una forma de hacer análisis críticos de los discursos que giran   en torno a los abusos de poder político, social, cultural, entre otros, así como también, la   forma en que se reproduce y perpetua el poder en la esfera discursiva, para ello el analista   debe tomar postura frente a los elementos que constituyen el discurso, apuntando siempre   a que con su análisis aporten a la superación de las desigualdades sociales".

 

La obra más significativa de la etapa de madurez de Jürgen Habermas (Düsseldorf, 1929) es Teoría de la acción comunicativa, que nació para ser el gran libro de la Teoría Crítica contemporánea, heredera de aquella del Instituto de Investigación Social de Th. W. Adorno y Max Horkheimer, y de su impronta de inspiración hegeliano-marxista. La primera pregunta que cabe hacerse es: ¿Realmente necesitaba dicha Teoría ese gran libro? Obviamente sí, si quería sacudirse de una vez por todas la influencia de aquel otro emblemático libro con que Adorno y Horkheimer zanjaban la controversia sobre la auténtica naturaleza de la racionalidad occidental (tras las hecatombes del nazismo, el estalinismo y la devastación atómica) cuando, en 1948, publicaron la Dialéctica de la Ilustración: la razón, decían, pese a su carácter reflexivo, es en todos sus desarrollos inseparable del mito y, por tanto, está abocada al destino de dominación sobre el género humano con que la Naturaleza vuelve sobre sí mismas las fuerzas que osan oponerse a ella. Desde aquel momento, la Teoría Crítica se afanaba en hallar un lugar propio, aún fecundo, aún sugerente, en el que elaborar un discurso discernible del exhaustivo conglomerado de las ciencias sociales. Y en tales menesteres se ocupaba también Habermas, escribiendo piezas tan sugestivas como Conocimiento e interés (1968), cuando un buen día leyó algo de Rorty que le hizo caerse del caballo hegeliano que hasta entonces venía conduciendo. Se trataba de la idea (que también defendían ilustres compañeros del Nuevo Instituto de Investigación Social, como Apel y Tugendhat) de que la historia de la Filosofía consiste en una sucesión de tres paradigmas: la metafísica, la teoría del conocimiento y la filosofía del lenguaje.

La posibilidad de reconstruir a través de formulaciones lingüísticas la problemática heredada de la Teoría Crítica se hallaba ya de algún modo indicada en Max Weber, el autor que constituyó la genuina fuente de inspiración de toda la Escuela de Francfort, al tratar el tema de la Modernidad como el resultado objetivo, palpable en parámetros sociológicos, de un proceso de racionalización de índole cultural, sujeto a premisas identificables y susceptible de ser dilucidado desde un punto de vista lógico. Es decir, todos los caracteres de un discurso intersubjetivo. El nihilismo frustrante de los últimos trabajos de Adorno y Horkheimer podía ser soslayado, al compás de la imagen del mundo que ofrecían los nuevos desarrollos de las ciencias sociales (de las que Weber fue el precursor), con una filosofía sin sujeto. O mejor dicho: una filosofía de la impropiedad del concepto de sujeto histórico. Describir y explicar en términos de intersubjetividad el proceso de racionalización del que hablaba Weber suponía el punto de partida de la Teoría de la acción comunicativa y la respuesta a la inquietante pregunta que el propio autor se formulaba en la Introducción del libro: ¿Cómo puede la Sociología tener competencias en lo tocante a la problemática de la racionalidad? Desde una perspectiva crítica, Habermas ponía en el mercado el gran libro que vinculaba la Filosofía clásica alemana con la Sociología europeo-americana del siglo XX.

Como era de esperar, un proyecto tan ambicioso suscitó recelos desde el principio por la misma vastedad e indeterminación de su horizonte: demasiado especializado técnicamente para los filósofos, demasiado “cargado” de valoración para los sociólogos. Frente a esta estéril polémica, la actitud teórica de Habermas reforzaba los más significativos postulados de la Teoría social Crítica, que desde Adorno venían denunciando el positivismo carente de perspectiva de las ciencias sociales como una instrumentalización de las mismas, adecuada para la justificación inmanente de los órdenes sociales establecidos.

Pero otra serie de requisitorias contra la propuesta global de Habermas han mostrado bastante más consistencia. Particularmente, todas las críticas provenientes del campo del postestructuralismo y de la semiótica (así como todo el espectro de teorías sociológicas particularmente sensibles al multiculturalismo), han coincidido en rechazar el modo enfáticamente veritativo con que Habermas conectaba los diversos requisitos estructurales que hacen posible la comunicación con los caracteres formales de la racionalidad práctica. Habiendo hecho la escuela de Francfort bandera de la crítica a la razón instrumental, resultaría incongruente la certeza cognitiva con que el autor enlaza el tema de la razón al éxito en la acción comunicativa (un efecto que ha de ordenarse, a la postre, según su particular correlación de medios y fines). Antes bien, las corrientes de pensamiento mencionadas insisten en ilustrar una imagen del universo social como un tejido constante de textos con claves significativas y de sentido difícilmente intercambiables, donde la diversidad cultural imposibilita el acceso a una noción común de lo verdadero que garantice la estabilidad de los acuerdos o entendimientos, siempre sujetos a la provisionalidad.

Más allá de la denuncia que en cada caso quepa hacer de la contumacia de muchas fijaciones nihilistas de la posmodernidad (que Habermas aborda de modo espléndido en otro libro ya clásico: El discurso filosófico de la modernidad), no podemos eludir la evidencia de que las redes simbólicas de creencias y deseos que condicionan la vida humana se resisten a ser asimiladas a un patrón externo de racionalidad (aunque se trate de un concepto de razón formado en el medio lingüístico). Puesto que la capacidad simbólica de los seres humanos excede en todo punto a su capacidad comunicativa, los grandes hallazgos de Habermas en su magna obra, las nociones de subsistemas de acción racional respecto a fines y de mundo de la vida, resultan más inestables y autocontradictorias de lo que su original formulación teórica permitiría entrever, y su papel en la reivindicación ético-política de la condición universal de ciudadanía, más allá de toda tentativa objetivista de fundamentación cognitiva (la coyuntura filosófica esencial del presente), no queda suficientemente claro.

Fuente:
https://www.elimparcial.es/noticia/69772/los-lunes-de-el-imparcial/jurgen-habermas:-teoria-de-la-accion-comunicativa.html

Karl Otto Apel, Influido por los pensamientos de Kant, Peirce y Gadamer, entre otros, expresa sus reflexiones en los campos de la filosofía y la lingüística durante la segunda mitad del siglo XX. Apel trata de superar mediante un trabajo de síntesis la filosofía analítica y la hermenéutica. Su contribución al campo de la comunicación se produce desde el ámbito de la filosofía del lenguaje, mediante una ‘pragmática trascendental’ que toma de Peirce y que le acerca a entender el lenguaje como una expresión de la necesidad de la comunicación interpersonal por la que se da una ‘comunidad trascendental de comunicación’. La acción comunicativa está basada en una necesidad apriorística del ser humano. El ser humano descubre su realidad en un plano dialógico, en el establecimiento de la comunicación consigo mismo o con los demás. El lenguaje aparece como necesidad para la mediación, pero también como instancia constructiva de la experiencia y requisito existencial. Apel hace referencia a una ética de la comunicación, basada en las competencias lingüísticas, como trazadoras guiadas por la razón, que son dan lógica al comportamiento social. La razón comunicativa es socialmente inclusiva, en la medida que establece la conexión social, al tiempo que se alimenta de la participación. La ética de la comunicación permite crear un armazón social basado en el consenso participativo, que es el eje de la verdad humana. Los medios de comunicación adquieren aquí un papel relevante, por cuanto son los que están llamados a despertar los valores éticos que orientan el espacio público hacia un consenso frente a los riesgos que amenazan la propia existencia, como son la crisis ecológicas y de las fuentes de energía, por ejemplo, por lo que la banalización y la degradación de los contenidos mediáticos minan esa ética y el alcance social de la acción comunicativa. Apel, que teme por la expulsión de las futuras generaciones del debate político, propone una liberación ética universal a través de la propia ética discursiva.
Apel distingue tres paradigmas o planos en su recorrido por el conocimiento y la reflexión filosófica. El previo a Kant, orientado por la metafísica ontológica; el de la filosofía del sujeto, que ilustran entre otros Descartes, Kant y Husserl, y, por último, el que nace del ‘giro lingüístico’, que describe como semiótica trascendental o pragmática trascendental, en el que se instala su pensamiento. Junto con Jürgen Habermas está considerado uno de los teóricos de la segunda generación de la Escuela de Francfort.

Centro difusor de sus ideas:
http://www.centrofilosofico-karl-otto-apel.net/ 

Oskar Negt (Kapkeim, 1934) es un filósofo y sociólogo alemán.

Nacido en la ciudad de Kapkeim, situada en Prusia oriental y cercana a Königsberg, estudió Derecho y filosofía en Gotinga. También cursó estudios de sociología en la universidad de Frankfurt am Main, donde se doctoró bajo la dirección de Theodor Adorno con una tesis sobre la oposición entre los métodos dialéctico y positivista en las obras de Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Auguste Comte. Trabajó como asistente de Jürgen Habermas, pero se opuso al concepto habermasiano de esfera pública burguesa y propuso en su lugar un retorno a las fuentes de la teoría crítica para fundamentar la noción de espacio público oposicional. En 1970, fue designado para ocupar la cátedra de sociología en la Universidad de Hannover, donde dirigió el Instituto de Sociología hasta 2003. 

En 1971, siguiendo los postulados del sociolingüista Bernstein publicó 1971. Soziologische Phantasie und exemplarisches Lernen. Zur Theorie der Arbeiterbildung.

 

Theodor W. Adorno. Filósofo, sociólogo y musicólogo alemán, se gradúa en Filosofía en 1924 en la Universidad de Frankfurt con la tesis “La trascendencia de la cosa y lo noemático en la Fenomenología de Husserl” (Die Transzendenz des Dinglichen und Noematischen in Husserls Phänomenologie) y en 1931 adquiere el doctorado en dicha Universidad con el trabajo “Kierkegaard. Construcción de la Estética” (Kierkegaard. Konstruktion des Aestetischen).

En 1950, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, vuelve a Europa y retoma sus clases de Filosofía y Sociología como docente en la Universidad de Frankfurt siendo, además, codirector del Institut für die Sozialforschung, anexo desde 1952 la Universidad Johann Wolfang Goethe de dicha ciudad.
En el volumen Notas sobre literatura editado por Akal se recogen los textos del filósofo alemán en los que se ocupa de la creación literaria. Desde autores hasta obras, pasando por movimientos culturales, crítica literaria, etc., en sus páginas el autor ofrece una rica y profunda reflexión sobre la cultura, el arte y la filosofía contemporáneos. Dentro de este volumen se incluye el ensayo "Discurso sobre poesía lírica y sociedad".


 Recientemente se ha publicado en España Rasgos del nuevo radicalismo de derecha (Taurus), que recoge la conferencia pronunciada por Adorno el 6 de abril de 1967. En él se trata, entre otras cuestiones, del discurso de la extrema derecha.

 Walter Benjamin (Berlín, 1892 – Port Bou, 1940) es uno de los pensadores alemanes más importantes e influyentes del pasado siglo. Hijo de una asentada familia judía, pronto se vincularía a las corrientes de pensamiento de tradición marxista, siendo considerado una de las figuras destacadas de la Escuela de Frankfurt, junto con Adorno y con Horkheimer. Pensador brillante e independiente durante la República de Weimar, tuvo que emprender la vía del exilio, primero a París, y luego, tras la ocupación de Francia por los nazis, a Estados Unidos. Un viaje truncado, sin embargo: ante la inminente posibilidad de caer en manos de las autoridades alemanas, Benjamin acaba con su vida el 26 de septiembre de 1940. 
 Walter Benjamin expone en su ensayo de juventud denominado "Sobre el lenguaje en cuanto tal y sobre el lenguaje del hombre" (1916), los aspectos más importantes relativos a la teoría del lenguaje. ... El elemento abismal da lugar a una revelación o principio (arché) vinculado a la mística del lenguaje y alejado de la visión materialista.